La Espineteida

Poema erótico-heroico

viernes, julio 20, 2007

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viernes, junio 23, 2006

Espinete y Don Pimpon

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Iconografia

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Iconografía del poema épico, quizá un episodio aún no hallado en los cibercódices

miércoles, mayo 17, 2006

Liber IV (continuación)

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De cuando Espinete, tras seducir a Ruth, planea abandonarla para liarse con Matilde, que se ha marchado del Barrio y anda de vendedora ambulante por los campos de Ausonia.

Mas la moza, presintiendo el engaño,
(pues ¿quién podrá engañar al que ama?)
antes de que suceda lo adivina
temiendo lo peor del Puercoespino.
La propia impía Fama ya le anuncia
que el Muy Pinchudo ha hecho su equipaje,
y que incluso el pijama, y el gorrito,
y el bañador, los tiene empaquetados.
Enloquece la pobre, y encendida
vaga por la ciudad como bacante,
o como doctoranda que papiros
dervénicos u órficos tratara,
a las orgías sagradas y nocturnas
en clamor dionisíaco entregada.
En tal furor al Rosicler increpa:
"¿Disimular, malvado, te has creído
que podrás tu nefasto error huyendo?
¿Ni nuestro amor ni las largas sesiones
de sexo en la caseta te retienen?
¡Mira que yo me muero si me dejas!
¿A dónde vas, con la que está cayendo,
de noche y sin abrigo -que no tienes-?
¡Cruel! Pero las faldas de Matilde
sí que persigues, y si no es a ella
a cualquier otro ser perseguirías
fuera ya de peluche o tierna carne.
¿Acaso huyes de mí? Yo te lo ruego...

Tras largas súplicas y lamentos, concluye la nena:

¡Ay, mas si por lo menos un pequeño
ericillo me jugara por el Barrio,
hijito tuyo y mío, que en los pinchos
o o el ojo güero te me recordase,
no sería tu abandono tan malvado
ni yo me sentiría tan desierta!"
Había dicho. Y él, sin inmutarse,
continuó llenando sus maletas.

jueves, mayo 11, 2006

Libro X

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La gran pornobatalla ha comenzado. Don Pimpón, aprovechando la ausencia de Espinete, que ha ido a comprar consoladores al sex-shop más cercano, se está beneficiando a la mayoría de los personajes del Barrio. La situación de la caseta verde es desesperada.

Se abre entretanto la casa
del omnipotente Olimpo
y a concilio llama el padre
de los dioses y los hombres,
a las sedes siderales
desde donde el Barrio mira,
los peluches fornicantes
y los jodientes dibujos.
Se sientan bajo los techos
del palacio de dos puertas
quienes, aunque siendo doce,
más poder tienen unidos
que las Doce Mariquitas,
de complacientes canciones.
Y empieza diciendo él mismo:
"Oh, grandes dioses del cielo,
por qué habéis cambiado mientes
y ahora, con ánimo inicuo,
peleáis entre vosotros?
Ya había dicho yo en su día
que la palma folladora
Espinete la llevara.
¿A qué viene esta discordia
en contra de lo mandado?"

(Tengo que terminar la tesis, sigo otro día...)

miércoles, mayo 10, 2006

Libro VI (continuación): el paso del Cocidito

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Tras lograr la salvación para el caracol, el afilado se dispone a cruzar el Cocidito. Pronto se acerca el decrépito barquero Coco-Caronte, que le explica la diferencia entre más acá y más allá. El erizo le saluda:

"¡Caro Caronte, oh Caronte Caro!"
Y contestole Coco en alborozo:
"Hijo de eriza, estirpe muñequil,
¿cómo has venido al río Cocidito
Madrileño de sulfurosas ondas
más famoso que el Símois y el Janto?
Dime -pues tú seguro le has tratado-
¿qué hay de Pimpón, el wánax chiquillonton?
¿qué viajes, cuéntame, qué travesías
ha emprendido a la vera de su amigo
de Kapurtala marajá dichoso?"
Y el espinado replicó ceñudo:
"No me mientes, muñeco, el torpe nombre
del hosco ceporrón de raza ignota,
que ofende a cada instante mi recuerdo,
pues él me arrebató las concubinas
innumerables que ganó mi encanto.
¡Malhaya Don Pimpón de sombra aciaga!"
Y azorado por esta reprimenda
silente le llevó a la opuesta orilla
el membrudo Caronte azul marino,
casi hundido el esquife entre las aguas,
del peso de las lorzas de Espinete.
Le dio dos perras gordas por el viaje,
y con gran salto holló la nueva tierra
mientras Coco en vapores se esfumaba,
(para ganarse el pan cruzando muertos.)
Pronto el fantasma de su hermana inane
se le acercó y le dijo estas palabras:
"¿No será que me engaña mi ojo solo,
(o lo que queda de él) o no es mi hermano,
el bello erizo de esplendentes cerdas,
que bajó a las regiones de los Fraguel?"
Y así repuso el que doblega huestes
con su mástil otrora tan enhiesto.
"¡Oh hermana puercoespina, la más fea
de las sombras que Fraguel Rock habitan!
He venido buscando los agüeros
de la sabia gallina Caponata
que fue la Po-ti-ni-ya Se-sa-mo-io,
y del mégaron puso los cimientos
o caseta verduzca en la que vivo.
Perejil la instruyó con su sapiencia
y Petete después de su programa
le dejaba hojear su pingüe libro.
¡Omnisciente adivina Caponata,
ya haces sombra a la Pitonisa Lola!"
Después del susto de ver a su hermana
llegó al pueblo fatal de los Aurones
y torció su camino, pues tío Matt
en una de sus cartas volanderas
le previno de compartir su mesa
por ser un pueblo torvo y desalmado
y prosiguió su marcha el erizado
bicho, hasta que llegó a los mostradores
del Ser y del No-ser, de Día y Noche,
donde dicen que el cosmos tuvo origen
y aún se libran titánicas contiendas.
...

viernes, mayo 05, 2006

Libro VI

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Rosáceo en la noche solitaria
entre sombras cruzaba los caminos
espantables que a Fraguel Rock conducen
poblados por peluches peligrosos,
y crueles monigotes que gemían
aterrando a las que llegaban almas.
La primera que vio fue una pantera
rosada como él, de ciertopelo,
que perturba las noches de los niños
que en rifas tomboleras la ganaron.
Gigantesca y de torpes movimientos
gritando le llamó, toda una fiera:
"¡Animal espinado! ¿cómo osas
atravesar funestos los umbrales
del reino de la muerte, estando vivo?
¿qué numen te ha guiado hacia estas cuevas?
Y así le contestó el punzante erizo:
"¡Remedo de dibujo, dame paso!
No cierres mi camino hacia el abismo.
De Príapo soy víctima ignorante
de qué ofensa le hice, cuál escarnio,
que me valió una flaccidez malsana.
Por él me he sometido a estos trabajos.
Y una sabia gallina antecesora
mía en el Barrio Sésamo glorioso
ha de decirme cómo contentarle".
"Traspón ríos, montañas y lagunas,
que muy lejos está su gallinero.
Marcha valiente en paz y suerte ten,
Sesámida de falo desmayado".
Así le dijo la gran bestia rosa.
Luego cruzó los campos pestilentes
por donde dicen que pulula el Gollum
buscando su tesoro por eones
como castigo a su codicia ciega.
Rápido caminó por las regiones
de los deformes trolls que martirizan
con inquina a los gnomos diligentes.
Fetidez que no puede describirse
se adueñaba del aire y atacaba
el respingón hocico espineteico,
sin remedio posible a su tormento.

Espinete llega a la ribera del río infernal Cocidito y se encuentra un espectáculo aterrador.


¿Quién tendrá boca que cantar pudiera
el tumulto brutal de mil infiernos?
Negra turba de erizos se agolpaba
en torno de Espinete espeluznado:
son los animalillos que no fueron
santamente enterrados con los ritos
que los Fraguel exigen a los muertos.
Y de entre todos se posó su vista
en un espectro caracoliforme...

Se trata de Perejil, que le cuenta cómo ha muerto al caerse de su muro y le pide al erizo que entierre su caracola que yace junto al kiosko de Julián, para así poder cruzar el Cocidito y alcanzar el descanso eterno.


(Escrito por Marco, a la espera de que se haga socio del blog)

jueves, marzo 30, 2006

Liber IV 1-30

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Ruth, seducida por Espinete, se confiesa con su amiga Ana, y jura no ceder ante los encantos del erizo, fiel al recuerdo de su antiguo amor Don Pimpón, que ella cree muerto en uno de sus viajes con el marajá de Kapurtala; pero el vil adúltero se esconde y mantiene una historia turbulenta con Ana en su barco, que se finge amiga de Ruth y escucha su lamento.

Pero la joven Ruth, eloquecida hace tiempo por grave cuidado,
con sus venas alimenta su herida y en ciega pasión se consume.
Vuelven una y otra vez a su mente la gran virtud del erizo y el inmenso
volumen de su panza; se han quedado clavadas en su pecho sus espinas
y sus palabras, y esa angustia no da un plácido descanso a sus miembros.
Y ya el día siguiente hacía relucir el Barrio Sésamo con la luz de Febo
y la Aurora había apartado del cielo la húmeda sombra,
cuando así se dirige, apenas en su juicio, a su unánime amiga:
"¡Ana, que eres Ana, qué sueños, indecisa, me aturden!
¡Qué nuevo huésped éste que se aloja en la verde caseta,
qué mano tonta tiene, qué hocico puntiagudo y qué planta!
Creo, sin duda, y no es vana mi fe, que desciende de dioses.
El miedo debilita los espíritus viles. ¡Ay, a qué vicios
se ha visto sometido! ¡Qué trabajosas orgías contaba!
Si en mi ánimo no se hubiera asentado, fijo e inconmovible,
que a nadie volvería a unirme en matrimonial vínculo,
después de que mi amor primero me burló con la muerte,
si hastiada del tálamo y la antorcha nupcial no estuviera,
acaso ante este solo peluche rosa sucumbir he podido.
¡Ana, que eres Ana, -lo reconozco-, tras la muerte del pobre Don Pimpón,
esposo mío, y mis penates despedazados por el crimen de mi hermano Roberto,
sólo Espinete ha doblegado mis sentidos y mi debil voluntad
ha impulsado. Reconozco las señas de la antigua llama.
Pero ¡ay! antes querría que la tierra se me abriera hasta el fondo,
o que el Padre Todopoderoso me lanzara con su rayo a las sombras,
a las pálidas sombras en el Érebo, y a la noche profunda,
antes, pudor, de que yo te profane o tus leyes destruya.
Don Pimpón, el primero que a él me unió, mis amores llevóse;
que él los tenga consigo y los guarde en su tumba".
Y después que así habló, inundó su regazo de derramadas lágrimas.

domingo, diciembre 18, 2005

Canto I

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Canta, oh diosa, la lujuria del erizado Espinete,
lujuria desatada que causó grandes placeres a los peluches,
y precipitó a su caseta verde muchos miembros valerosos de teleñecos,
(a quienes hizo presa de sus abrazos y pasto de sus caricias,
-¡cumplíase la voluntad de Venus!-), desde que se separaron disputando
el narigudo Don Pimpón, rey de chiquillos, y Espinete pinchudo.

(sequetur...)